Eso mismo me suele pasar a mí. Después de 16 años anillando aves, de vez en cuando aparece
esa sorpresa de la que hablaba antes y ese día ya valió la pena haber madrugado, haber pasado calor o frío, haberle dicho a tu compañer@, tu familia, tus amigos; que el domingo en vez de quedarte en la cama hasta las tantas, en vez de descansar, en vez de ir a tomar un vermut, que lo harás porque siempre sacas tiempo, te vas a “pajarear.”
Y en una jornada más bien escasa aparece el milagro: un Abejaruco. Que belleza de colorido. Todo un regalo para disfrutar. Eso sí, momentáneamente porque el ave pertenece a la naturaleza y es allí donde debe estar. Honesto seria dar las gracias por dejarme disfrutar una vez más de sus encantos y maravillas, me considero un privilegiado.
AUTOR: Antonio Salmerón